Ayer fue un día festivo, celebrábamos el Día Internacional de la Mujer, una fiesta reivindicativa en la que parece que el protagonismo que nos dan dulcifique los días amargos que sufren día tras día millones de mujeres en todo el mundo y abra una nueva puerta a la esperanza.
He querido recuperar del archivo –fotos en negativo y en blanco y negro- el reportaje que hice el año 2002 sobre madres solas. Muchas mujeres se verán identificadas en él, ya sean solteras, viudas, separadas o casadas, y dependerá de la cantidad de hijos, del estado de salud, de los ingresos económicos y de la colaboración del marido, pareja, familia o amigos que la balanza se decante hacia el desastre y el agotamiento o que la carga sea más o menos soportable.
La realidad que solidariamente me dejaron retratar Marga, Maxine, Alícia, Mª Ángeles, Xènia y Carlota abriéndome las puertas de sus casas, es el día a día de millones y millones de mujeres en el mundo, digámosle, civilizado. Esta es la puta realidad. Entrar en el papel de mujer en las sociedades menos desarrolladas ya es un safari lleno de peligros… quizás en otra ocasión.
Han pasado doce años des de que tomé estas imágenes y me da pena porque parece como si fuera hoy, nada ha cambiado…
No hace mucho me encontré con Marga. Su hijo, Imanol, ya es casi un adolescente y a ella se la veía feliz, radiante, “fue muy duro”, me dijo, “pero aquí estoy, sigo luchando”. Y estoy convencida que todas me dirían lo mismo, que todas se sienten orgullosas de su esfuerzo y de su lucha. Cuando las veo yo, que no he podido tener hijos, me siento insignificante y pienso firmemente que si toda la humanidad, tanto hombres como mujeres, tuviéramos este espíritu de sacrificio y generosidad, el mundo sería mucho mejor.
Roser, moltes gràcies per donar-nos la teva mirada, tan combativa i tan tendra alhora. No canviïs mai!